En una entrega anterior del método del tocino hablamos
sobre la naturaleza de la luz visible y la importancia que tiene el ser capaces de ver cosas progresivamente más
pequeñas, especialmente para el
estudio de los seres vivos. Conocimos también que hay un límite de resolución en todas las herramientas
ópticas, el cual permaneció sin poder superarse por varios siglos. El premio Nobel de Química de
este año fue otorgado a Eric Betzig, Stefan Hell y William Moerner por sus logros
en mejorar la resolución en sistemas de fluorescencia. La maravilla de superar este límite de resolución, es que
nos permite estudiar la naturaleza de manera más dinámica, incluso en
organismos que permanezcan vivos. En la columna de esta semana, entenderemos cómo funciona la
fluorescencia y cómo hizo el grupo de Stefan Hell (con su sistema STED) para superar esta barrera.
Recordemos que cualquier tipo de onda sólo interactúa con
estructuras de tamaño similar a su longitud. Por ejemplo, la luz visible (~500 nanómetros)
no es capaz de interferir con diversas estructuras moleculares (~10 nanómetros) de tal
forma que podamos verlas directamente. Esto explica por qué no tiene mucho
sentido hablar de color en estructuras tan pequeñas como los átomos, o el mismo
ADN, pues interactúan con longitudes de
onda que están muy lejos del espectro visible y muy por debajo del límite de
resolución, unos 200 nanómetros (nm) aproximadamente, ver link.
La primera estrategia para ver más allá del límite de
resolución se desarrolló alrededor de 1930, reemplazando la luz (compuesta de fotones) por electrones. Los electrones, al igual que los fotones, se comportan como ondas, sin embargo, los electrones además tienen carga y una pequeña masa. La diferencia es que su longitud de onda es
tremendamente más pequeña que la de cualquier tipo de luz visible, por lo
tanto, permiten un límite de resolución que va de 2 a 10 nm, osea, unas 100 veces mejor que un microscopio óptico convencional
(figura 1).
A pesar de las ventajas de la microscopía electrónica en cuanto a resolución, existe una gran limitante y ésta es que no sirve para estudiar organismos vivos, pues la gran energía que se transmite hace que literalmente se “quemen” las células bajo estudio. Entonces, ¿Podemos ir más allá con la luz visible?
Highway to (Stefan) Hell
Antes de continuar, primero tenemos que familiarizarnos
con el concepto de emisión de luz visible desde la propia muestra. Frecuentemente, para estudiar componentes
celulares muy pequeños es necesario hacer una marca específica
con un emisor de luz. Esto suele hacerse mediante el uso de moléculas fluorescentes
o fluoróforos. Un fluoróforo es una molécula capaz de excitarse con una
longitud de onda específica para luego emitir luz, pero de un color diferente (figura 2A). Esto
sucede porque los electrones que forman parte de la estructura electrónica de la molécula, al interactuar con un haz de luz de cierta frecuencia, pueden ser excitados a un estado de mayor energía que al decaer a su estado inicial emite una
onda luminosa de menor frecuencia (la longitud de onda de emisión es siempre mayor que la de excitación), cuando esto ocurre hablamos entonces de fluorescencia. Uno
de los fluoróforos más usados es la proteína fluorescente verde o "green fluorescent protein" (GFP); la
proteína fluorescente roja o "red fluorescent protein" (RFP) o mezclas de colores que operan bajo el mismo
principio como es el sistema “brainbow” para células del cerebro (figura 2C). Estos fluoróforos pueden estar acoplados mediante
estrategias genéticas a diversas estructuras biológicas que se requiera estudiar.
En la figura 2B, por ejemplo, se muestra una línea de ratones geneticamente modificados para expresar (producir) la proteína fluorescente verde acoplada a una proteína que se expresa
específica y abundantemente en huesos. La única salvedad para poder ver estas maravillas es que necesitamos iluminar la muestra con una lámpara o láser de estimulación específico.Si queremos mejorar la resolución en estos sistemas, el desafío consiste en lograr una estimulación lo más fina posible pra luego hacer un "escaneo" completo de la imágen (ver link). Es en esta parte de la historia donde el ingenio humano se hace presente.
La emisión de estos fluoróforos se comporta bajo los
mismos límites de resolución que hemos mencionado anteriormente para la luz visible*. Sin embargo, existen diferentes estratégias, tanto físicas como de procesamiento de
imágenes, que han permitido superar esta barrera. Dentro de la estrategias físicas, se encuentra la
que usó Stefan Hell en 1994, mediante la depleción
de emisión estimulada o STED (en inglés). Este fenómeno le ocurre a los
fluróforos cuando sus electrones reciben estimulación adicional mientras están
en el estado de máxima excitación. Esta energía “extra” se disipa
luego en un estado de vibración, y al volver a su estado basal, les hace emitir
una onda de muy baja frecuencia que no se detecta por el microscopio. De manera
que se depleta (elimina) o apaga la emisión de señal en esta zona de sobre-estimulación. Este
fenómeno físico ya había sido predicho por Einstein.
La genialidad del sistema STED consiste en tener un típico láser de
estimulación, pero acoplado a un láser de eliminación o depleción de la fluorescencia. El láser de
depleción forma una especie de dona tridimensional que rodea al láser de
estimulación y sólo permite que exista emisión en una zona extremadamente
pequeña de su centro (figura 3, izquierda). Este disco, se
podría estrechar virtualmente de manera ilimitada, mejorando cada vez más la resolución * Con STED se ha podido establecer, por ejemplo, qué tan
cerca están dos componentes moleculares como los que forman pequeños poros en la membrana del núcleo de las células (figura 3, derecha) y
cómo se comportarían en el tiempo si es que diéramos las condiciones para que los
sistemas sigan vivos. Por ejemplo, en el siguiente video (ver link) se muestra como se mueven filamentos de tubulina (componente del "esqueleto" celular) los cuales, al estar bajo el límite de resolución, serían imposibles de ver sin STED.
En este artículo hemos mencionado la microscopía
electrónica y STED como técnicas de “superresolución”.
Sin embargo, esto es sólo el comienzo y a la fecha existen muchas más. Por otro
lado, existen un sinnúmero de estrategias informáticas que superan el límite de
resolución sin modificar aspectos físicos de la estimulación. Es inimaginable
lo que el ser humano puede llegar a ver algún día, tanto en células y moléculas, como en las galaxias lejanas
* En 1873 Ernst Abbe describió la ecuación para el límite de resolución en telescopios y microscopios, mediante una ecuación idéntica a
la de Raleigh, de forma simplificada : d= λ/2 NA. Donde
d es la distancia mínima de resolución, λ
es la longitud de onda de la luz incidente (recordemos que la luz visible tiene
una longitud de onda que puede estar entre 400 y 700 nanómetros); NA es la
apertura numérica del lente que se usa. El término apertura numérica (NA) fue
introducido por Abbe y contempla el ángulo de incidencia de la luz (dependiente
del lente) junto al índice de refracción
del medio. La Refracción es básicamente el cambio de dirección que sufre
cualquier onda cuando atraviesa un medio de diferente densidad, por ejemplo, como
el paso de luz desde el aire al vidrio del lente que sucede en cualquier microscopio. Generalmente, en un buen microscopio
de fluorescencia el límite de resolución está dado simplemente por λ/2
Con ciertos cálculos, del grupo de Stefan Hell, a la ecuación original de Abbe se agregan los términos I (intensidad del láser de depleción) e Isat (intensidad con que se logra la máxima excitación del fluróforo), podemos ver que
la ecuación del límite de resolución de Abbe se extiende a lo siguiente: d= λ/2π NA Multiplicado por la raíz cuadrada de I dividido por Isat.
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