Si analizamos la frase “Más nervioso que cocodrilo en una fábrica de carteras” o vemos el siguiente video http://tinyurl.com/cdtrhnn, podemos encontrar algunos elementos en común. Entre ellos, la aparición de un cambio claro en la conducta del individuo frente a una perturbación externa. En el caso del cocodrilo su nerviosismo está plenamente justificado puesto que corre serio riesgo de dejar de existir. En el segundo caso (¡guatón, tómate un armonyl!), la reacción del oficinista parece exagerada puesto que nada pone en peligro su integridad física de forma evidente. Aunque ambas reacciones aparecen en ambientes diferentes, corresponden a formas de una respuesta adaptativa conocida como estrés. En esta columna, explicaremos el fenómeno del estrés y analizaremos su relación con la conducta del ser humano moderno.
Para
tener una idea más clara sobre el estrés necesitamos introducir el concepto de
equilibrio interno u homeostasis. Cuando
hablamos de equilibrio interno en un organismo nos referimos a que todos los
elementos que lo componen se mantienen
funcionando de forma armónica y estable en el tiempo. Los seres vivos poseemos
una infinidad de mecanismos que buscan restablecer nuestro equilibrio interno
una vez que lo perdemos. Por ejemplo, si
posamos nuestro dedo sobre la pequeña llama de una vela comenzaremos a sentir
un dolor que no es habitual e
instintivamente tendemos a retirar la mano del fuego para volver a nuestro
punto de equilibrio, libre de dolor. Si fuera de otra manera, nuestra
homeostasis o equilibrio corporal se vería severamente afectado por los efectos
de una quemadura. De manera análoga, cuando un tigre se lanza a capturar a una
cebra, ésta cambia todo su funcionamiento desde el reposo para correr como loca
y salvar su vida (o conservar su homeostasis) Entonces podemos
entender al estrés como todo evento de respuesta frente a una amenaza para
nuestro equilibrio interno. Todas las especies
que conocemos han desarrollado mecanismos comunes de respuesta frente a amenazas que implican riesgo vital. Durante el curso histórico de
las especies, estos mecanismos se puede gatillar en contextos diferentes y
por motivos distintos.
Mecanismos fisiológicos del
estrés
Muchos
textos resumen el concepto de estrés como una respuesta del tipo “pelear o volar”, es decir, como una
manera de prepararse para “pelear” frente a un potencial predador o “volar” lejos del peligro. Probablemente, esta conducta aparece en nuestra especie en el contexto de la huida de predadores salvajes o una catástrofe
inesperada .Generar este tipo de respuesta requiere una serie de cambios de
nuestro organismo que nuestro sistema nervioso y de hormonas (endocrino) ayuda
a orquestar rápidamente*. Las hormonas se definen como sustancias químicas que
se liberan al torrente sanguíneo en muy
baja concentración y que, sin embargo, tienen un efecto potente en todo
nuestro cuerpo. Tal es el caso del cortisol y adrenalina, las principales
hormonas del estrés. El Cortisol es una molécula de tipo apolar esteroidal (similar al colesterol) que a diferencia de la adrenalina (polar), puede cruzar la membrana de la célula, llegar al núcleo y modificar la expresión de genes, generando cambios de mayor duración que la adrenalina.
Tanto
el exceso de cortisol como de adrenalina tienen variados efectos negativos. El
cortisol daña, en el largo plazo, neuronas de diferentes zonas
cerebrales, por ejemplo, el hipocampo (necesario para la adquisición de memoria
y orientación espacial). También produce daños en ciertas zonas
de la corteza que producen una disminución en la capacidad de realizar planes y
pensamientos lógicos. Además, neuronas dopaminérgicas implicadas en los circuitos de
placer y recompensa, se atrofian y traen como
consecuencia poca motivación y dificultad para experimentar placer. Por si
fuera poco, una de las pocas neuronas que el cortisol potencia o favorece en el largo
plazo son las implicadas en el circuito de la angustia y miedo. Entonces, la
persona estresada termina con dificultad para pensar y sentirse bien, pero con mucha
facilidad de sentir pánico o angustia.
Estrés y cerebro, la mirada de Robert Sapolsky
Es
muy interesante notar que los seres humanos no necesitamos tener ningún
predador o catástrofe cerca para sentir pánico y estresarnos. Bastaría caminar
diariamente un par de cuadras pensando en todo lo malo que nos podría suceder
en la vida para que terminemos bastante estresados, y si la conducta persiste, deprimidos.
En teoría, mediante pensamientos tristes o de angustia podemos evocar los
mismos efectos negativos que produciría un agente estresante “natural” en la vida salvaje. Este sería un claro
ejemplo donde el mundo de las ideas tiene una conexión concreta con el mundo
físico, modificando nuestro cuerpo. Robert Sapolsky es un Neuroetólogo**
norteamericano especializado en estrés, que intenta explicar este fenómeno
desde una perspectiva muy interesante ***
Para
el problema anterior, Sapolsky cita un modelo de sistema nervioso propuesto por
Paul MacLean en 1960 llamado “modelo de tres capas”. Éste postula que a lo
largo de la historia del sistema nervioso en las especies es posible encontrar
tres tipos de “cerebros” o “encéfalos” que se van superponiendo progresivamente,
figura 1. El primero (más antiguo o conservado) llamado “cerebro tipo reptil” está
encargado de mantener las funciones más automáticas y esenciales de un organismo tales como la respiración,
temperatura, respuestas instintivas de
dominación o agresión, entre otras. El segundo nivel corresponde al cerebro
“límbico” o rinencéfalo, vinculado a las emociones y conductas con motivación, el cual permite conductas sociales más elaboradas y propias de los mamíferos.
El tercer nivel del cerebro es la neocorteza que Sapolsky identifica como una
especialización de los primates (animales similares a simios) que poseemos como humanos. Con este último nivel , en el cerebro surgen funciones
como el pensamiento lógico y la imaginación. Lo importante es que estas tres
partes del cerebro humano están conectadas funcional y anatómicamente por
proyecciones neuronales recíprocas y se modifican entre sí. Por ejemplo, una
emoción muy fuerte nos puede nublar el pensamiento y hacernos actuar de forma estúpida,
pensando que la estamos “rompiendo”. Por otro lado, los procesos de pensamiento
que aparecen gracias a la neocorteza pueden hacer que sintamos emociones
fuertes. Esto podría explicar la capacidad de emocionar que tienen las
palabras, por ejemplo, en un poema. Es así como ideas negativas pueden disparar la
liberación de cortisol en la sangre, iniciando procesos físicos similares al
estrés producido por un medio ambiente salvaje.
Se
sabe que el estrés está fuertemente
relacionado con diversas patologías
tales como hipertensión y
arterioesclerosis. Además, Virus oportunistas como el herpes Zóster, e
incluso algunos tipos de cánceres pueden surgir de forma concomitante o
posterior a un evento estresante o traumático. A nivel emocional, el estrés es
un factor que antecede o facilita la aparición de trastornos del ánimo o
cuadros depresivos. Como vemos, el efecto del estrés suele ser paradójico, pues
genera un mecanismo de sobrevida en el corto plazo, que sin embargo producirá
una serie de efectos negativos para el organismo en el largo plazo. Lo mejor es
estresarse poco, lo justo y necesario.
* Bajo estrés, el flujo sanguíneo a todos los órganos que no
sean músculos grandes y cerebro se reduce fuertemente, el corazón comienza a
bombear más fuerte y nuestros sentidos se agudizan para reaccionar mejor frente
al peligro. Aumenta la degradación de grasas y músculos del cuerpo con el
objetivo de producir más glucosa (azúcar, principal fuente de energía) para
liberarla en la sangre. Por otro
lado, la captación de glucosa desde
muchos tipos de células disminuye dado
que se reduce el número de transportadores (proteínas que hacen las
veces de compuerta para que entre la glucosa desde la sangre) Esto permite
re-dirigir las reservas energéticas hacia lugares de mayor demanda como son los
músculos. Durante el estrés se interrumpe la irrigación sanguínea de los
genitales, la liberación de hormonas sexuales y el ciclo reproductivo femenino. Podemos ver
que se privilegian las funciones que tienen que ver con el movimiento del
cuerpo por sobre otras como las reproductivas.
** Un neuroetólogo es una
persona que estudia la conducta de los animales con una perspectiva histórica
que establece comparaciones entre el sistema nervioso de diversas especies.