¿Qué puede decir la ciencia sobre temas como Dios, lo bueno, lo malo, la vida o la muerte? La actividad científica tiene mucho que aportar tanto al capital cultural como tecnológico de nuestro País. Sin embargo, en el debate público sobre temas complejos, como la legislación sobre el aborto o eutanasia, es posible encontrar argumentos que disfrazan creencias personales de verdades científicas y viceversa. Lamentablemente, este tipo de confusiones entrampa la solución del problema y dificulta los acuerdos. La columna de esta semana intenta comprender las limitaciones que tiene la ciencia frente a los dilemas éticos de nuestra vida en sociedad.
Ciencia v/s Creencias personales
El conocimiento de tipo formal ha sido históricamente manejado por pocos y generalmente vinculado a grupos que detentan el poder político-económico y/o religioso. Es el caso, por ejemplo, de los sacerdotes del antiguo Egipto, quienes “adivinaban” la escasez o abundancia de las cosechas gracias a que conocían (sólo ellos) el comportamiento regular del caudal en el río Nilo. Fue dentro de esa tendencia donde Francis Bacon **, como muchos otros personajes del llamado “siglo de las luces”, rechazó casi agresivamente todo pensamiento que se alejara de lo científico. La mirada radical de Bacon era quizás la respuesta natural frente a una tradición en donde el pensamiento supersticioso y de tipo mágico había dominado los distintos ámbitos de la vida, en muchos casos, excesiva y erróneamente. Ello explicaría la fuerza que luego adquirió el movimiento denominado Ilustración (a fines del siglo XVII), el cual buscaba la liberación de las supersticiones nocivas y cuyas ideas antecedieron a la Revolución Francesa de 1789 con sus ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Quizás al mismo tiempo en que se sostuvo este maravilloso ideal de democratizar el conocimiento para toda la humanidad, se tendió a sacralizar la ciencia y a pensar que ésta era LA mirada más exacta del mundo o la única que ofrecía “La verdad”. Sin embargo, para muchos investigadores, tal como el filósofo Emmanuel Kant, la ciencia es tan sólo “el camino seguro de la razón”, en el sentido de que ésta no puede negar ni confirmar otros aspectos del ser humano que estén más allá de lo físicamente comprobable (metafísica). Visto desde este punto de vista, las creencias personales (cosas no demostrables como la Fé o la Religión) no son menos importantes que las verdades científicas y no pueden ser rechazadas por éstas a menos que intentáramos hacer ciencia con creencias personales. Pero ¿Qué puede decirnos la ciencia sobre nuestra conducta ética y moral?
Quizás al mismo tiempo en que se sostuvo este maravilloso ideal de democratizar el conocimiento para toda la humanidad, se tendió a sacralizar la ciencia y a pensar que ésta era LA mirada más exacta del mundo o la única que ofrecía “La verdad”. Sin embargo, para muchos investigadores, tal como el filósofo Emmanuel Kant, la ciencia es tan sólo “el camino seguro de la razón”, en el sentido de que ésta no puede negar ni confirmar otros aspectos del ser humano que estén más allá de lo físicamente comprobable (metafísica). Visto desde este punto de vista, las creencias personales (cosas no demostrables como la Fé o la Religión) no son menos importantes que las verdades científicas y no pueden ser rechazadas por éstas a menos que intentáramos hacer ciencia con creencias personales. Pero ¿Qué puede decirnos la ciencia sobre nuestra conducta ética y moral?
Como vimos en una columna anterior, mientras la ciencia busca la coherencia de los resultados empíricos con una hipótesis, la ética busca la coherencia de nuestra conducta con valores y principios que no están sujetos a comprobación sino que simplemente se aceptan. Entonces, ciencia y ética se manifiestan en ámbitos independientes. A pesar de aquello, es tremendamente necesario que exista una conversación entre ambos aspectos. Un ejemplo claro fue la investigación sobre la naturaleza del átomo que se mal utilizó para el desarrollo de la bomba atómica finalmente arrojada sobre Hiroshima y Nagasaki. En ese caso, algunos científicos no detuvieron su actividad profesional en pos de conservar y respetar valores fundamentales de la Humanidad. Según esto, nuestra ética puede usar a la ciencia sólo como un instrumento, apoyarse en ella, pero jamás ver a la moral aparecer exclusivamente desde los resultados experimentales.
Discusión sobre el origen de la vida y el aborto
La vida es algo simple en el sentido de que no necesitamos ninguna teoría previa para experimentarla, es un proceso al que nos incorporamos de forma innata, aunque no entendamos cómo sucede. En otras palabras, es fácil tener la certeza de estar vivos, pero no es fácil explicar qué es exactamente vivir y cuando comienza este proceso. Este tipo de problemática es la que enfrentamos actualmente frente a la legislación sobre el aborto.
Es importante recordar en este debate que la verdad no viene revelada en la naturaleza como si fuera un libro sagrado, al menos nadie ha podido demostrar eso. Si así fuera, no habría discusión, pues bastaría llamar a un par de expertos y ponerlos a explicar en un par de horas cuando es que comienza la vida. Si tenemos suerte, podrán explicar la vida desde una perspectiva biológica, pudiendo establecer si ciertos organismos viven o no, pero cuando se trata de definir qué es lo que exactamente constituye a un ser humano, incluso desde una perspectiva puramente científica, la tarea se vuelve titánica y aún no se ha resuelto.
Pero asumamos que se puede encontrar un criterio científico para decidir el momento exacto en que comienza la vida humana. El siguiente problema es determinar qué vale más, si esa vida en gestación por sí misma, o la autonomía de una madre que no lo quiere tener porque, por ejemplo, va a nacer en condiciones muy desfavorables o fue producto de una violación. Ningún aparato médico, ni parámetro clínico puede tomar la decisión por nosotros. Un dilema similar sucede con la eutanasia en donde se debe escoger entre la autonomía de la persona que no quiere conservar su vida y la obligación legal de mantenerla. En esos ámbitos la actividad científica no tiene competencias directas. Sin embargo, la ciencia puede y debe contribuir a este debate. Por ejemplo, en el caso del aborto, proporcionando información sobre aspectos biológicos del desarrollo fetal; efectos psicológicos y físicos de mujeres que han sido violadas, de quienes tienen un embarazo inviable o de quienes simplemente deciden abortar. Los científicos, como todo estamento de la sociedad, no pueden ser relegados en este debate.
Es importante recordar en este debate que la verdad no viene revelada en la naturaleza como si fuera un libro sagrado, al menos nadie ha podido demostrar eso. Si así fuera, no habría discusión, pues bastaría llamar a un par de expertos y ponerlos a explicar en un par de horas cuando es que comienza la vida. Si tenemos suerte, podrán explicar la vida desde una perspectiva biológica, pudiendo establecer si ciertos organismos viven o no, pero cuando se trata de definir qué es lo que exactamente constituye a un ser humano, incluso desde una perspectiva puramente científica, la tarea se vuelve titánica y aún no se ha resuelto.
Pero asumamos que se puede encontrar un criterio científico para decidir el momento exacto en que comienza la vida humana. El siguiente problema es determinar qué vale más, si esa vida en gestación por sí misma, o la autonomía de una madre que no lo quiere tener porque, por ejemplo, va a nacer en condiciones muy desfavorables o fue producto de una violación. Ningún aparato médico, ni parámetro clínico puede tomar la decisión por nosotros. Un dilema similar sucede con la eutanasia en donde se debe escoger entre la autonomía de la persona que no quiere conservar su vida y la obligación legal de mantenerla. En esos ámbitos la actividad científica no tiene competencias directas.
Es difícil ver una solución a este debate que no sea un consenso, en donde todas las partes en conflicto estén conscientes de que el acuerdo será una determinación arbitraria que nacerá desde la ideología particular de cada uno. El tema es urgente por que la defensa de la vida es algo a lo que el Estado dice aspirar en su constitución y un deseo que creo la mayoría de las personas tenemos . Sea cual sea la decisión sobre el aborto, debe ser coherente y basada en un debate abierto, pluralista, libre y honesto.
**Muchas personas sitúan el origen de la ciencia natural en el texto “Novum Organum” de Francis Bacon (1620). Uno de ellos es Emmanuel Kant, quien en la introducción de “Crítica de la razón pura” (1710), agrega que la ciencia surgió antecedida por una revolución del pensamiento en donde a partir de principios empíricos (demostrables mediante experimentos) se inducen nuevas leyes que permiten predecir fenómenos del mundo sensible. Esta es una revolución porque el hombre comienza a explicar fenómenos mediante experimentos basados en el método científico y no solamente mediante conjeturas, historias o mitos. Si bien éste es un cambio fundamental en la historia del pensamiento humano, no quiere decir que sea la única forma de pensamiento posible, simplemente es una manera distinta de comprender parte de lo que nos rodea.
He tenido varios abortos :
ResponderBorraruno tubario ,otro la T rompió la bolsa, otro el feto se murió, los tres llevaron a un duelo.
Mi experiencia. me dice que para la mujer es algo muy doloroso, y el padre no se debe dejar al lado en esta discusión. Porqué no se implementan buenos programas de educación sexual?
mercedes